Hay que saber cuándo irse de la
playa, aunque el día esté hermoso. El día estuvo hermoso, pero el sol no es
bueno al mediodía, así que me fui. Hay que saber cuándo irse.
La llegada
Hoy en la playa vi el momento en
el que un señor saludaba a unas personas que evidentemente conocía. El señor
era alto y sonreía, llevaba puesto un gorrito a lo Piluso y anteojos Ray Ban.
Los conocidos eran cuatro y
estaban todos sentados en sus sillas playeras tomando sol. Con ellos, tres
niños.
El señor de gorrito movía la
arena con los pies, algo muy común cuando alguien conversa en la playa, y
sonreía.
Estaba parado mirando hacia el
sur delante de los visitados o "dueños de la sombrilla" o de la
parada, que lo miraban como desde una platea. Las cuatro sillas estaban una al
lado de la otra.
El viento
Leí hace poco, no sé dónde, que
además de que es muy bueno bañarse con agua y jabón, también es muy bueno darse
baños de viento.
Me dio risa lo de los baños de
viento hasta que un día, después de seis horas seguidas de consultorio, me di
unas vueltas por el puerto. Estaba en la bici, en mi vieja bici.
Eran como las diez y media de la
noche y no había casi nadie. Las astas de los veleros tintineaban. Había
viento, ese vientito cálido de verano. Lo sentí en la cara y recordé los baños
de viento. A partir de ese día me doy baños de viento cada vez que puedo. Cada
vez que hay viento abro los brazos, cierro los ojos y me dejo
"ventilar" y aseguro que hace bien.
El viento que lleva y trae
La playa estuvo hermosa y hubo un
vientito cálido y amoroso, pero como el viento, así como lleva trae, en un
momento me dejó oír la voz del señor visitante de gorrito cuando dijo:
"¿Vieron el accidente de las
139 y 1?"
Y el vientito siguió soplando y
yo escuché cuando el señor del gorro contó:
"...y la nena estaba con los
cuatro abuelos; a mí, si me dejás a una criatura para que la cuide no la suelto
ni loco", e hizo el gesto de tener una cuerdita, y siguió sonriendo.
..."los papás están en
Buenos Aires, parece que la camioneta retrocedió y no la vio"...
Y como el vientito siguió
soplando también lo oí cuando dijo:
"Ayer pasé por la 115 y 1.
Vi un auto de la policía. Parece que el tipo dobló, así como venía, y se la
puso de frente. Quedaron como un sólo auto.”
Hizo un movimiento con ambas
manos, entrecruzando los dedos, para graficar la colisión y siguió sonriendo,
mientras movía los pies dibujando en la arena.
La mamá de los tres niños se
levantó de la silla y se los llevó al agua.
Una de las señoras también se levantó,
como a buscar algo.
El señor, sonrientemente, dijo a
los cuatro vientos:
"Y tienen todo filmado, como
una película, pidieron todas las cámaras y se ve todo de principio a fin."
..."vino el arzobispo de Mar
del Plata"...
..."el pibe número once..."
Todo, sonrientemente.
Vi movimientos entre los sentados.
El señor siguió parado frente a ellos y el viento me dejó oír: "vi la foto
que subiste a Instagram jajaja".
El viento lo ventila todo.
También yo era parte de la platea
que miraba al señor de gorro Piluso que contaba las tragedias del verano,
sonrientemente.
Y la memoria se me encendió y me
di cuenta de varias cosas que no quiero aclarar, pero también de que el
personaje visitante de carpa/sombrilla que no sabe cuándo irse, existe desde
hace como cincuenta años. Yo vi esos personajes cuando era chica.
El señor siguió ahí parado. Otra
vez vi movimientos entre los que estaban sentados. Regresaron los niños, que
parece que no se quisieron meter al agua y se armó un revuelo.
El señor miró y sonrió observando
la situación familiar.
Uno de los nenes, que no tenía
más de tres años, arrojó una pelota en un arranque de ira y el señor de gorra
se la atajó con los pies, sin querer, por reflejo, pero sonrientemente.
El nenito creyó que con eso
comenzaba un juego y se la devolvió y el visitante volvió a patear la pelota.
No lo vi hablar más, no podía, no
le quedaba otra que seguir jugando con los tres niños, sonrientemente.
Casi me río para afuera pensando:
Pobre tipo, el sonriente.
Los adultos que estaban sentados
aprovecharon la distracción de los nenes y empezaron a preparar las cosas para
irse.
El señor siguió jugando a la
pelota como si le gustara, mientras miraba a los otros adultos, sonrientemente.
Una de las señoras empezó a
caminar con un bolso, la otra se puso un vestidito, el hombre del grupo desarmó
la sombrilla, la mamá de los nenes gritó: “¡vamos a almorzar!”
Los chicos tomaron la pelota y se
fueron siguiendo a la mamá.
El hombre con la sombrilla se
acercó al visitante y se saludaron. Todos se fueron.
El señor que reía quedó parado,
solo. Miró para un lado y para otro y entonces se fue.
El viento
Por la tarde volví a la playa. El
día seguía precioso, pero cerca de las 6 de la tarde todo el mundo tuvo que
salir corriendo, porque se levantó un viento de los mil demonios.
Ojalá ese
viento, que sopló tan fuerte, se haya llevado más que palabras.