Errando entre Palabras

martes, 4 de agosto de 2020

Tal vez nos gusta el miedo

Hoy escuché a algunos hablar sobre la ventana, la que está cerrada desde hace siglos. Decían que nadie, por lo menos los vivos, la habían visto abierta, pero sin embargo todos coincidían en que cuando pasan por ahí, no pueden evitar mirarla.

Decían que les atrae a pesar del miedo, porque se escuchan risas y también llantos desconsolados, y que si son de una persona o no y otra serie de especulaciones.

Lo cierto es que yo sé quién está detrás de la ventana y sé, además, que día y noche está en un sillón viejísimo viéndonos pasar.

Tiene el cabello muy largo y observa, entre las hendijas de la vieja persiana, a los curiosos del barrio. 

Los conoce a todos al dedillo, sabe los nombres de cada uno y también sus amoríos.

Algunos días se ríe a carcajadas y otra llora a moco y baba, porque a veces los que espían le dan risa y otras, tristeza.

Que cómo lo sé… porque cada tanto voy a acomodarle la extensa cabellera. Y esto es lo último que voy a decir: es tan larga, que está sólo a dos escalones de la calle.

Entiendo que tengan miedo, porque la gente que llora y la que ríe asusta e intriga un poco.

Y lo entiendo porque me pasó. Cuando éramos muy chicas, con mi hermana íbamos a clases de guitarra. De camino pasábamos por una casa donde todas las semanas escuchábamos a una mujer llorar a los gritos. 

Nos aterraba y corríamos, pero, así y todo, nunca cruzábamos la calle.

 


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