Errando entre Palabras

domingo, 2 de agosto de 2020

Los días que se olvidan

No recuerdo qué hice el 10 de julio de ningún año. Sí sé lo que hice ayer, que fue 10 de julio. Como llevarle el almuerzo a mi hija. Estaba preciosa y me convidó una "pasta de almendra sabor dulce de leche". 

También hablé por teléfono, me divertí y cociné. Trabajé; me armé ondas en el pelo con una remera de algodón, para evitar el frizz; leí; escuché una charla; le saqué fotos a mi enjambre de cables; escuché música italiana; cené y tomé más de un café.

Fue un día lleno de instantes felices que el año que viene no voy a recordar. Tampoco voy a recordar que no encontré un cuaderno que es muy importante, que no saqué a pasear a mi perra, que no me dediqué a limpiar y que no hice teatro.

Definitivamente, voy a tener memoria igual a cero de este agradable 10 de julio, porque los días comunes y corrientes, por más instantes de felicidad que hayan tenido, se olvidan.

El único 10 de julio que no recuerdo, pero que puedo imaginar, es el del año 1977.  Imagino que ese día estaba asustada y que hablé sin parar. Que seguro conté que el día anterior habían entrado a mi casa cuatro hombres encapuchados. 

Sí, supongo que con alguien debo haber hablado para explicarle que mientras tres de ellos revolvían y nos robaban todo, otro nos apuntaba con su revólver. 

Intuyo que ese día de julio también describí que uno de los ladrones se cubría la cara con una media de nylon y otro se tapaba hasta la nariz.

Posiblemente no paré de hablar del asalto: de cómo empezó y de qué manera terminó. 

Debo haber contado muchas veces sobre esos hombres que daban miedo y que nos robaron muchas cosas, incluyendo unos gamulanes que mis padres habían deseado mucho y se habían podido comprar unos días antes.

Seguro que mencioné que sólo a mí me pusieron un revólver en la cabeza y me tomaron del brazo derecho con fuerza. Seguro que dije que mientras sentía el frío del arma apoyada en mi sien me preguntaban: Gordita, ¿dónde guarda la plata tu papá?

Es muy posible que ese 10 de julio haya dicho que mi papá parecía que se iba a morir y que yo, "la miedosa de la familia" no lloré y jugué con mi muñeca para que nadie se enojara y mi papá no se muriera. 

Estoy convencida que debo haber relatado que después me empujaron sobre la cama y seguí jugando sin llorar y sonriendo.

Imagino que dije que cuando se fueron los ladrones nos encerraron a todos en el baño bajo llave.

Ese 10 de julio estoy muy segura de que me dediqué a narrar los hechos, tal cual sucedieron.

 


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