Errando entre Palabras

martes, 4 de agosto de 2020

Truculento

Qué lindo suena la palabra: ¡truculento! Será que rima con cuento.

Me encanta que vengan las amigas de mi hija a comer a casa. Les compré helado. 

Cuando volvía de Palermo, vine con mucho cuidado de no exceder los límites de velocidad. Si te pasás de sesenta o sesenta y dos, te llega una fotito del auto: sonamos, multa. Me gusta ver cómo obedecemos y casi todos sacamos el pie del acelerador. Es un disciplinamiento que vale la pena. No sé por qué mi computadora no reconoce la palabra disciplinamiento.

Es tarde y es martes y en algún edificio vecino festejan algo, esos festejos en los que se escuchan muchas voces, en medio de las cuales, se oye al que quiere llamar la atención. Siempre hay alguien que quiere llamar la atención. No lo critico, a mí también me gusta. Qué suerte que festejen algo, está buenísimo. 

Agosto es mi mes preferido. Me acuerdo que hace muchos años, cerca de mi cumple, vine con mi hermana Paula desde Moreno hasta Unicenter y me compré un vestido largo y azul con estrellitas. Mi hermana estaba contenta. Ya no hay vestidos así y yo tenía muchos vestidos largos, larguísimos. 

Cómo es posible que truculento suene tan bien cuando significa atroz, cruel, terrible.

Me suena a algún cuento de María Elena Walsh que de espantoso  no tendría nada, pero sí mucho de “truculentez”.


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