Errando entre Palabras

viernes, 14 de agosto de 2020

Cincuenta y Tres



En la mesita del living hay un par de libros nuevos de Borges y uno más viejito, Otelo. Hay un cuaderno y una lapicera, la computadora y su cargador, el alcohol en gel y una taza de café.

Hay un ramo de flores blancas.

Sobre una silla, una campera y en otra, una cartera colorida.

Todas las luces están prendidas.

Cerca de la puerta, muy temprano, se derramó un poco de jabón y quedó ahí, olvidado. En la terraza, la ropa sigue colgada

Hay una hermosa caja en la cocina con un cartel de feliz cumpleaños, que tenía dentro innúmeras delicias.

En la cama sin hacer hay una bolsita con regalos preciosos: máscaras de belleza para el rostro, un pote de árnica llamado "Pare de Sufrir", un cuaderno para anotar ideas, una cajita con chocolates y una bomba de espuma del barrio Chino.

La mesada del baño está aún un poco más desordenada.

En mí están los saludos amorosos de gente querida,  una torta que dice mi nombre y los maravillos deseos de mi hija: que durante este año ningún café me desilusione por estar quemado o aguado; que caminando por Palermo me encuentre con Cortázar y charlemos mientras tomamos algo; que consiga un novio bueno, inteligente y que hable francés; que me vuelva una gran escritora y que no trabaje tanto.

Debo decir que hace muchos años, cuando ella era muy chiquita y recién estaba aprendiendo a escribir me preguntó qué deseaba, yo le respondí, ella lo anotó en un pedacito de papel y me lo dio.

Ese deseo se cumplió y el papelito aún lo conservo, aunque casi no se ve la tinta.

Cuando me encuentre con Cortázar caminando por Palermo, me voy a sacar una foto con él, la voy a subir a las "redes" y además, si alguien quiere, le cuento cómo estuvo la charla.

Fue un muy feliz cumpleaños, lleno de deseos y paquetitos.

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