Errando entre Palabras

lunes, 3 de agosto de 2020

Hay algo que escribir

Hoy me desperté temprano, igual que ayer y anteayer.

Me desvelan curiosidades. Curiosidades por lo bello, pero anoche también me desveló cierta inquietud, que cada tanto me da suaves golpecitos en la cabeza. Yo intento correrla cada vez que comienza, como en un cuento que leí hace tanto, pero vuelve a la carga con sus suaves, aunque firmes golpecitos en la cabeza.

¡Hay algo que escribir!

El niño del piso de arriba sale todos los días al balcón. Con los aplausos de las nueve de la noche, el niño de cinco años se asoma y con una voz muy tierna, de niñito, anima al vecindario a aplaudir: ¡Ey! ¡Vamos! ¡Aplaudan! 

En el edificio de enfrente hay otros pequeños muchachitos que se fueron sumando a motivar el aplauso y así, en ese pedido de encuentro que hacen los niños a los adultos, se encontraron ellos. En medio de los aplausos se dijeron sus nombres: ¿Vos cómo te llamás? Yo vivo acá; Yo soy Matías y él es mi hermano y se llama Antonio.

Los niños, sin jardín, ahora hablan y juegan de día y de noche, de balcón a balcón.

Se llaman a los gritos: ¡¡¡Maty!!! Se cuentan cosas y se prometen, con ternura y esperanza, visitarse cuando todo esto acabe: ¡Yo voy a ir a tu casa a jugar y después ustedes vienen a la mía, yo vivo acá! Mi pequeño vecino de arriba siempre aclara: Yo vivo acá. 

Y los golpecitos siguen y hay que inventar, hay que inventar algo. 

Los árboles de mi balcón están apestados, no sé si es porque no les da el suficiente sol o porque la lluvia nunca los moja, o porque viven en macetas. Yo los estoy cuidando para que no sufran, me acerco a ellos y los baño con agua y con jabón.

Leí hace muy poquito una carta de Rilke: “La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables, suceden dentro de un recinto que nunca oyó palabra alguna”. La frase vibró en mí por simpatía, pues sigo pensando que hay algo que escribir. Escribir a la manera de cada quien: dibujando, pintando o como sea. 

Este tiempo que transcurre me parece similar al recinto del que habla Rilke: un suceder sin huellas.

 

Buenas noches mis queridos confinados.


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