Errando entre Palabras

martes, 5 de octubre de 2021

Mi tarde libre


Fui a leer a un café que está muy cerca de mi casa, en una callecita arbolada y tranquila.

Até la perra a la silla.

Acomodé el libro. 

Saqué los anteojos. 

No encontré mi lapicera. 

No me gusta leer sin una lapicera. 

Pedí el café. 

La cucharita estaba sucia. 

Pedí otra. 

Un hombre paseaba a un perro enorme y Pancha lo atacó.

Escándalo.

Llegó la otra cucharita. 

No había edulcorante. 

Pedí. 

Me dio vergüenza decir que la nueva cucharita también estaba sucia.

Los saquitos de edulcorante estaban húmedos. 

La silla, de metal, incómoda.

La perra le ladraba a un bebé que gritaba detrás de mí.


Guardé los anteojos, pedí la cuenta, pagué, desaté a la perra y me fui a la plaza.


Busqué un banco. 

Até a la perra. 

Saqué los anteojos de leer.

Abrí el libro. 


Meatacaronmilesdemosquitosguardélosanteojosdesatéalaperravolvíacasa. 


Por suerte, la foto del libro de Lorrie Moore es muy preciosa.

domingo, 26 de septiembre de 2021

Arte Poética




No puedes ser

si no sos lo que siento.

No puedes ser

si no sos con quien juego.


No sé cuándo vendrás 


Sos palabra en una mano que no juzga

escribe.


Asomas

imagino tu llegada

mágica


Te busco

sos esquivo para mí.

No habitas en mi historia 

ni en mi casa.


Sola te invento

sencillo

sin espalda.


No sé cuándo vendrás


Si no te escucho

poema

el silencio es filoso

jueves, 9 de septiembre de 2021

No aprendo nada






 Me siento como... 

¿Cómo?

 Como rara. 

Sentada, todotodo el día. 

Me siento mal, mal, conmigo misma.

Tomo café, café y no aprendo nada. 

 Me veo...y veo que te veo 

¡Qué poco juego! Juego poco y nada. 

Cansada estoy de mí

¿Quisieras irte?

 Y me estoy yendo... 

¿A dónde? 

Voy a Praga.  

Estoy aún, aún con una imagen

¿Qué ya pasó? 

Pasó, pero no pasa.

¿Es por la niña, rubia, inmaculada? 

Es por la niña, la de las miradas

¿Si tomás algo? 

Tomo café...café y no aprendo nada. 


Cecilia 


(Desconozco al autor de la imagen). 

sábado, 21 de agosto de 2021

Buscar porque sí

 Sí, había mucha gente

Andaban por ahí, se paseaban

Bicicletas, patines

Mates termos mantas sobre el césped

Dueños con correa, llevados por sus perros

Y los ojos verdes de mi amiga que estaban cansados

No hay que perder algunas cosas

No

Buscar porque sí, porque la vida.

Y la poeta polaca,

porque poeta

suena a melodías

La vida es distinta si la leo en voz alta

y escucho cómo canta

¡Porque canta! 

Prefiero el silencio de estos tiempos

Quedarme a oscuras, despierta,

decidiendo que es hora de acostarme en el medio de la cama

Porque cuidado con el borde.


Ceci Labate



Figura de Wislawa Szymborska en Kórnik, su pueblo natal




jueves, 22 de julio de 2021

Demasiado Invierno


Ayer salí de casa y caminé atravesando septiembre: la calidez del sol, el aire amable y la sensación de libertad de cualquier primavera.

Regresé montada en un noviembre, rápido. Corrí seis cuadras con campera y  bufanda para volver a casa y prepararlo todo.

Llegué en enero: en una interminable actividad de ir, venir, subir, bajar, hablar, mirar.

A la noche, perdí mi verano en mi torpeza y caí otra vez en pleno julio. 

Y en ese repentino demasiado invierno, sentí la tristeza del otoño, que se pone ocre y no tiene destellos, sólo lluvias.

martes, 20 de julio de 2021

Cambiar



Tal vez mañana amanezca siendo otra, y sea otra.

Una que exprima naranjas y se tome un  tren. 

O encienda motores para irse otra vez.

Hay tiempo, infinitas posibilidades para cambiar de ser.

jueves, 8 de julio de 2021

Acróbatas


Tan inquietos, afables.

Tan garganta, tan lengua.

Tan mudos en respuestas.

Tan capaces de hablar sin decir nada, de armar tramas complejas, de clavar una espina.

Tan silenciosos frente a las miradas, frente a ojos que hablan.

Asomados a ventanas que aún resisten y a otras y otras,  siempre nuevas.

Lejos del piso, solos.

Parlanchines de médanos, escurridizos.

Tan esquivos, urgentes, entusiastas del yo.

 Tan acróbatas.

lunes, 5 de julio de 2021

Paciencia


Paciencia para encender el fuego, para esperarse frente a la hoja en blanco.

Paciencia para contar, para escribir entre la soledad, su hosquedad y el silencio.

Para encontrar a otros, para saber si es verdad lo que sucede, para saber qué nos somete.

Paciencia para cerrar los ojos, para dejar pasar a nuestros monstruos, para elegir palabras. Amor con las palabras.

Paciencia frente al esfuerzo, para que la inquietud no amaine, para que la pluma no se calle.

Paciencia a no saber, no saber nada, para hacernos preguntas hasta la eternidad

jueves, 24 de junio de 2021

Extrañada


La Sonrisa de Alas Flameantes de Miró


Sin la habitual conciencia  sórdida del cuerpo, siento un placer casi primario.

Extrañada de mí misma, transcurro una alegría incomprensible.

Me asomo a un abismo, sólo tomada de unos pocos hilos.

Me sorprende la sonrisa de un recuerdo, pero escucho el vehemente silencio de lo desconocido.

Construyo un mundo con pequeños trozos, un cuerpo desobediente y una lengua que saborea, pero que no habla.

domingo, 6 de junio de 2021

El amor es azul


Festejo con mi cuerpo, mis latidos y un sentir que entrecorta mi respiración.

Mi cuerpo cerca del tuyo,  tan fresco y azaharoso: de limón.

Tengo en mí, el sonido variante de tu voz, tu mirada de niño, tu inquietud. 

Festejo la fuerza de tus brazos que me alzan, me humedecen y me excitan.

  Festejo tocarte, mirar tu piel,  mirarlo todo.

Porque escucho el roce dulce de tus manos y tus palabras tocando mis oídos.

Porque estoy en tu lugar oculto y te siento en mis labios

Y con mis pensamientos y  mi poca cordura y mis torpezas, también festejo.

En mis venas sonoras,

 hay una música in blue:

 porque te quiero 

y el amor es azul.

sábado, 15 de mayo de 2021

¡Minga!


Miraba por los ventanales de la Universidad ¡había  palmeras! y miré las palmeras.

¡Y había árboles!  Y miré los árboles. 

Cerraron una puerta y me perdí. Permanecí cinco segundos viendo un pasillo sin escalera. 

Por acá no es; pensé, hasta que una cabecita se asomó detrás de un escritorio altísimo y me dijo: ¿A dónde va? 

Qué suerte que encontré algo que me interesa mucho, porque tengo una edad en la que no se puede vivir sin mirar palmeras o árboles.

Porque no se puede pasar por el río sin mirarlo. 

Porque ya no se puede.

Porque ya no se puede ignorar el sonido del reloj de la cocina, el ruido de la avenida, mis propios oídos cansados del día.

Mejor estar presente y no pasar muchos días sin mirar. 

La obligación se roba los detalles de la vida.

Y, como decían las paredes del Sarmiento entre las estaciones de Once y Caballito: ¡Minga! 

martes, 4 de mayo de 2021

Errando entre Palabras

 

Arte: José María Bayala

Dijo que le gustó y le insumió mucho tiempo.

Que era una manera de dar felicidad a su vida, una inyección de alegría para empezar los días.

Dijo que un blog resulta arcaico y que él aprendió mucho de su oficio.

Dijo que es necesaria cierta aristocracia espiritual, para poder hacer poesía.


Y yo digo cualquier cosa, sin que nadie me escuche ni le importe.

Y no tengo nobleza en el espíritu, ni en nada.


Me pregunto qué me inyecta  un poco de alegría.

Y qué se puede hacer, sin esa alcurnia

Y si no se tiene tiempo ¿no se escribe?

Y si no se tiene oficio, qué se tiene.


Dijo que un poema puede ser hermoso y el resto es casi nada.

Creo que casi siempre es casi nada.


Tal vez sea mejor sentarme a una mesa y ver qué pasa.

¿Me descubriré vacía y solitaria?

¿En laberintos mudos con escarcha?

No creo en las salidas.

Hay entradas y luego un errar entre palabras.

Ceci.




Mi agradecimiento a José María Bayala por su generosidad.


sábado, 24 de abril de 2021

Rebelarse


Y cuando todos los árboles fueron cortados, los pájaros perdieron sus nidos, la tierra su sombra, el paisaje su belleza, las personas su aire puro.

Y fueron los pájaros los primeros en rebelarse: tomaron las semillas que guardaban los frutos y las esparcieron.

Pronto crecieron pequeñísimos árboles por todas partes 

y miles y millones de personas los  encontraron en sus macetas, entre las grietas de viejas paredes, en la tierra acumulada de balcones en desuso.

La atracción entre esos brotes y las personas fue tal, que no  pudieron hacer otra cosa más que sacarlos de esos rincones y plantarlos en sus jardines o en sus veredas

Así, se multiplicaron por millones. 

Eso sucede cada vez que un solo hombre tala un solo árbol.

Ceci Labate

viernes, 23 de abril de 2021

A veces


A veces voy a mi casa, la de mi mamá. Hoy fui. La casa de mi mamá está en el Oeste, así, escrito con mayúscula. 

Ahí están las escuelas a las que fui, las casas en las que viví. En Moreno viven tres de mis hermanos y mis tías y mis primos y hasta esta madrugada vivía mi tío Carlitos, que agarró y se fue. Se fue mi enérgico, alborotado e inquieto tío Carlitos.

Hoy vi mi casa, la vi de costado, por la única calle de tierra que queda sin asfaltar. 

Me senté con mi mamá en el jardín, donde crece una casuarina que sembraron ella y mi hermano menor.

Hablamos de mi tío, su hermano. Mi mamá lloraba. Me contó que "al final", mi tío lo quiso a mi papá.

Lo recordamos canchero, "a la moda", malcriado. 

Mi mamá estaba chiquita, siempre fue pequeña y por eso la llaman Pichi, pero cuando está muy triste, es más chiquita aún.  Estaba linda y despeinada.

No tomamos mate, porque no se puede, pero nos abrazamos por "la nuca", me dijo.

El costado de mi casa se veía impecablemente blanco y las enredaderas prolijísimas.  Desde la calle de tierra vi la ventana de mi cuarto. Frené, retrocedí unos metros y le saqué una foto a ese lado del tiempo que pasó y aún está. 

La casuarina, que crece en el jardín de mi mamá, nació en el balcón. Un balcón que asoma de la habitación que  construyó mi papá, cuando casi todos nos estábamos yendo. 

El barrio está  igual, en el medio, no sé de qué, pero está en el medio.

La casa está igual, aunque cambió la luz cuando alguien mató toda la hilera de  casuarinas añosas y altísimas de la cuadra. Eran así de grandes cuando  nos mudamos a esa casa, en algún año de la década del setenta. 

Muchos ya no están, ni van a pasar con su Mazda rojo tocando la bocina a toda velocidad. Mi tío Carlitos cuando iba a la casa de mis abuelos, pasaba y nos saluda a los bocinazos.

Me inquieté, me senté y me paré, como una loca, varias veces. 

Me inquieto cuando no puedo llorar.

El mundo gira y se aleja volando. Cada tanto hace eso. Yo siento como se mueve y también me muevo, hago otras cosas, cosas nuevas, nuevísimas.

La mesa de mi departamento hasta hoy tuvo un vidrio protector, porque para mí las mesas llevaban vidrio. Esa idea hoy también se fue, se la llevó el encargado.

El pasto estaba corto y había mosquitos. El sol iluminaba como lo hace en otoño. Todo estaba ocre y silencioso.

Antes de volver le hice unos mimos a mi mamá en su espalda, chiquita.

viernes, 5 de marzo de 2021

Tanta Ternura



Fotografía de autor desconocido



Hay tanta ternura en los animalitos de juguete.

Basta verlos, con sus miradas cómplices, amigas.


Jugaban sentados en la bañadera

Y esa canilla

y la jabonera

Y los viejos azulejos...

Es que el tiempo se metió en el agua.


Y allí estaban mis hermanos 

cuando eran chiquitos.

Y el perfume del jabón que se escapó de sus manos pequeñas.

Y sus voces sopladas haciendo hablar un muñeco, un auto, un soldadito.


El espejo empañado

y sus caritas mojadas con  enormes pestañas hechas triángulos. 


Yo, que era más grande, los envolvía en una toalla enorme


Autor de la fotografía desconocido

viernes, 26 de febrero de 2021

Lo que no puede hacer un paraguas


Un pequeño paraguas detiene la lluvia, 

pero no puede hacer nada frente al viento.


Cuando lo siente se echa hacia atrás, 

no por cobarde, por sensible.

domingo, 21 de febrero de 2021

Que vuele



Y si huele a tabaco, es porque fuma y tiene zapatillas coloradas

Y si canta en la noche, es porque tiene el alma hecha de fuego.


Cuando equivoca el camino, es porque anda

Cuando llama de a ratos, porque quiere.


Cuando imagina la noche, hay  estrellas o llueve.

Ya no le importa la tierra, sólo, como dijo un poeta: "que se suelte y que vuele".


Que se la lleve el viento, y le invente otro nombre 

Que lo diga gritando de vereda en vereda.

Y que ese aire la encienda


domingo, 14 de febrero de 2021

Pajaritos en mi cabeza



Voy a sumar todas las horas y a guardar lo necesario para andar por ahí. Voy a mirar y a escuchar.

Juntaré piedras deslucidas de las veredas  o caracoles mínimos en alguna playa.

Leeré con anteojos que ven mejor y

respiraré hondo, tan hondo como pueda. 

Lloraré por cansancio o porque me gusta o por alguna tristísima desilusión. Lloraré dramáticamente por todo.

Me sentiré felizmente libre, aunque a  veces no quiera.

Completaré mi diario color verde  Vaciaré lapiceras trazo grueso.

Dormiré poco, como siempre Sentiré miedo, como siempre

Prenderé un fuego enorme que ilumine y echaré en sus llamas,  papas y batatas, como hacía mi abuelo.

Recordaré a mi padre

Sentiré culpa

Seré vaga

Seré inquieta


Eligiré muy bien y también pésimo.Diré mil veces que sí y veinte veces que no. 

Me anotaré en cursos y en programas de vacunación.

Volveré a las clases de teatro sintiendo vértigo y un día entraré al tubo, uno que es mágico.

Una noche de otoño, errando, llegaré a mi cine preferido y miraré una película extraña, en una sala pequeña.

Me enojaré 

y me olvidaré al instante.

Me quejaré

y me sabré bendecida.

Hablaré por horas y por metros.

Le contaré muchos cuentos a mis tías y será divertido. 

Tomaré cafés que serán feos porque caerán algunas lágrimas trágicas sobre las tazas 

Esperaré que me quieran, que me aplaudan, que me llamen, que me mimen.

Haré todo lo contrario.

Doblaré en una esquina y me perderé en un bosque lleno de pajaritos, que se meterán inmediatamente en mi cabeza.

domingo, 7 de febrero de 2021

Alma



Hoy se le enmarañó el pelo, de lejos se notaba.

Caminaba sin rostro ni espalda. Sin complejos.

Venía sin su piel, sin sus huesos. 

No tenía piernas, no tenía cargas.

Paseaba desnuda y transparente: invisible.

Deambulaba sin un cuerpo que pesara y se acercaba despacio, sin apuro, sin mundo. Se acercaba sin nada.

Venía tarareando ninguna melodía.

De lejos se veía tan liviana…

A través de sus no capas proyectaba su mano en otra mano, en otra piel, en otra cara.

Vagaba sin temores, sin vergüenzas ni esperanza.

Sencillamente,  una alma

sábado, 6 de febrero de 2021

Tres señoras solas

Dos señoras. Una tejía que tejía y cada tanto miraba, cual periscopio, el ingreso de gente y regresaba a su labor. Estaba sentada con las piernas abiertas y llegaba al piso como en puntas de pie. Tenía el cabello renegrido, voluminoso y con una curvita hacia arriba tipo años 50, pero ella apenase tenía cuarenta y cinco. Estaba sola, sentada en una silla junto a una pequeña mesita y al lado, aunque medio de espaldas, estaba la segunda señora, gordita, también sentada con las piernas abiertas y seria, muy seria. Tenía cara de negra, cabello desteñido de rubio y canas, muy poco coqueta, setenta años. Miraba fijamente hacia el frente, con el mentón un poquito levantado. Estaba sola.

Me senté con ellas después de preguntar si la tercera silla de la mesita estaba vacía. Quería tanto sentarme ahí que me atreví a acercarme, aunque es raro compartir una mesa con desconocidos.

—Sí —me dijo la señora negrirubia. (María Luisa, aunque le dicen Mari.)  Corrió su bolso, y siguió mirando al frente. La otra, levantó la mirada del tejido y rapidito siguió tejiendo, como si no quisiera ser descubierta.

Les sonreí, exageradamente amable. Mari siguió mirando al frente, en posición de ataque.

Al cabo de un rato, pregunté si sabían a qué hora partíamos. Ambas me miraron fijo, una, erguida con su peinado vintage y la otra, echada sobre sus muslos con las piernas abiertas. 

¡¡¡Mamita querida!!!, pensé. 

Mari me respondió, seria, y así, como quien no quiere la cosa habló de sus hijos, de cómo le compró un pasaje al más chico para que se fuera a España hace como doce años, porque una mañana salió de su cuarto una tal Noelia que le dijo: “Buenos días, me voy a preparar un café”,  y Mari, en ese momento no dijo nada, pero a la noche  esperó a su hijo sentada en la mesa (seguramente en posición de ataque) y le dijo: “andá a luchar la vida y luchala lejos, para que no vuelvas a mí cuando la cosa se ponga difícil”.

Mari dijo que es viuda hace muchos años, que su hija es médica, que hace treinta y cinco años que vive en la Argentina, que cobra una miserable jubilación de mil setecientos pesos, pero que, si está mal el cálculo, ella no tiene tiempo para trámites, porque trabaja en un local doce horas por día, donde colocan fundas para autos y cubre coches.

Mari dijo que ella sabe todo en su trabajo, que todo pasa por ella, que abre a las seis de la mañana y es la última en irse, que tiene una estenosis en el corazón, o algo así, y hace seis años que no puede ir al médico porque, repitió, todo pasa por ella en el local de la calle Warnes; que al dueño no le importa nada, que detrás suyo hay una cola enorme de personas que quieren trabajar "y si no estás al ciento por ciento, entonces no servís", pero, enfatizó una vez más,  todo pasa por ella y hay mucha violencia. Dijo que el otro día un tipo que se estacionó mal, tapando la entrada del local  le dijo "vieja puta", que otro la zamarreó y que el dueño del local puso en marcha su Audi y se fue. Contó casi sin respirar, que sus padres ya no están y  que para la mamá era más importante la novela, que la nieve de un 9 de julio en Chacarita, ¡¡¡qué risa!!! Que una vez, guiada por el corazón lo dejó todo y se volvió a Uruguay a cuidarlos, y que hacía treinta años que nadie entraba al galpón; que le puso cerámicos y se gastó sus ahorros, pero volvió a Buenos Aires porque el dueño del local le dijo: “me cagaste Mari, tengo un pasaje a Europa y vos te fuiste”. Aclaró que la vida en Uruguay es difícil, porque te pagan cien dólares de jubilación cada tres meses y quiere que sus restos estén en su tierra,  entonces tiene que volver cada tanto a cobrarlos para no perderlos y que cuando llegue la hora, que sea de un saque, con dignidad y sin darle trabajo a nadie.

Hablando de los hijos, la otra señora vive en Buenos Aires hace dieciocho años,  huyendo de un ex marido violento, que la largó con cinco pibes y sin un peso (uruguayo) pero gracias a Dios, los chicos le salieron todos bien, pese a que son  adolescentes y que a ella la menopausia le llegó a los cuarenta porque hace dieciocho años que no coge y eso le hizo "mal a las hormonas", pero tuvo tanto de qué ocuparse que no tuvo tiempo para pensar en eso (sexo) y nunca tuvo la necesidad.

Mari dijo que mejor estar sola, que a ella le dicen "pero Mari, con lo conversadora que sos,  para tomar un cafecito", pero el cafecito, se lo toma sola y que a ella la dejen en paz, porque trabaja rodeada de hombres y sabe bien que ahora, enseguida quieren el "aproush" y hablando de "aproush",  la otra señora dijo que cuando uno se quema con leche....pero que por suerte su hijo de diecisiete está en el último año del secundario y consiguió trabajo de bachero en Recoleta,  que a la dueña, que es una mujer, parece que le cayó bien y que el lunes tiene que estar en la cafetería porque es educado y se expresa bien. Porque los jóvenes, dijo Mari, no sabe por qué, pero no quieren trabajar y no es por la plata eh .... porque no quieren lucharla o vaya a saberse.

De pronto,  la señora del peinado vintage, pasó del crochet, a tejer con dos agujas, pero a Mari no le gusta tejer, pero cocinaaaaaa, uffff,  no puede estar un día sin cocinarse algo, y no le da fiaca para nada; son esos pequeños placeres y puede que esté unos kilos arriba, pero bueh. Dijo que hace una lasagna que es como una torre de panqueques, con queso, jamón, verdura y sobre toooda esa torre le pone un estofado re natural, todo casero, con mucho "parmeyiano", y se prepara para ella sola un carré de cerdo con puré de manzanas …y para el cafecito hace una torta con crema que también bueh... Porque Mari contó que cuando llegó a la Argentina buscaba trabajo en escribanías, que se vino a que sus hijos estudien, porque ¿qué más puede darle uno a los  hijos sino estudio, que te sirve acá y en la China? Mari dijo que siempre tiene un dicho para todo. Que como no consiguió ese trabajo se puso a cocinar tortas, una de manzanas....pero tienen que ser verdes, ojo!!!, lo que pasa es que tenía mucho trabajo con las tortas porque hay que comprar el papel para envolverlas y las cajas, y hay que pelar un cajón de manzanas eh....pero que entonces aparecieron las fábricas de tortas, todo con esencias, nada natural, pero costaban la mitad que sus tortas y se puso a laburar de cocinera en casas de familias porque cuando uno hace las cosas con amor y responsabilidad, trabajo nunca le va a faltar. Eso dijo Mari y la otra señora le dijo que tenía razón, "porque los uruguayos seremos muy tranquilos", pero ella trabajó día y noche y ahora cuando sale de trabajar camina unas cuadras para que se le vaya el dolor de cabeza que da la calefacción y ni hablar, dijo Mari, del frío que hace en España, porque cada tanto va a visitar al hijo que al final ¡¡¡cómo triunfó!!! y ahora le agradece que lo haya echado de la casa con un pasaje a España. 

_Ya estamos llegando_ anunció Mari.

_Mejor abrigate que hace frío y si necesitas algo para el auto tomá, te doy mi tarjeta. 

_¡Uy! yo no tengo Mari.

_Ya me di cuenta_

Tres señoras que son solas, en una pequeña mesita.

 


viernes, 22 de enero de 2021

Sobre unas palabras de Lorrie Moore


 Lorrie Moore escribió:
"Quitar las sorpresas es quitarle la vida a la vida". La oración pertenece al texto "Gente así es la única que hay por aquí"

Esas palabras forman parte de las millones de oraciones que nombran mi pensamiento, y me lo revelan.
Alguien las escribe en un papel y cuando las leo hacen que algo vibre dentro de mí, por simpatía.

Vibrar por simpatía es algo precioso que acontence, por ejemplo, entre los instrumentos musicales: una guitarra, por cercanía, hace vibrar a otro instrumento por compartir una afinidad armómica.

"Quitar las sorpresas es quitarle la vida a la vida".
Ojalá estuviera disponible para dejarme sorprender. 

Esta noche me asomé a la ventana; miré el cielo, que hacía mucho que no miraba, y vi tantas estrellas entre tanto edificio. 
Sentí un vientecito y más lejos vi luces de colores. 

Me sorprendieron la brisa y las estrellas: estaban ahí, con sólo abrir una cortina.

La etimología de la palabra sorpresa está relacionada con maravillarse.

No todas las horas, ni mucho menos todos los días estoy disponible a que algo pequeño y cotidiano me maraville. 

Un artista se deja sorprender por el mecanismo de un objeto común y nos lo revela a través de su arte, transformándolo, desmembrándolo.
Nos muestra lo maravilloso de lo que nos rodea. No lo lindo, sino la vida
 
Dejarse sorprender porque es un momento feliz.
Saber ver y saber nombrar lo maravilloso.
No quitarle la vida a la vida.

Soy un grano de arena.

Raíces que se marchan




Arte visual: Julieta Dolinsky


La botella de agua que está sobre la mesa, se inclina.
El agua contenida en la botella, se derrama.
La mesa que sostiene a la botella que se inclina y encierra el agua que derrama, no tiene patas.
Mis pies parecen quietos, como mi cuerpo un ancla y mi boca callada.
Hay revoluciones que no tienen causa.
Hay amores que no tienen mariposas
Hay encuentros que son nada.
Hay ombligos con miradas

Espejos que reflejan pausas
Engaños que no engañan
Instantes que no acaban
Raíces que se marchan.

sábado, 16 de enero de 2021

Insomnio



Hace noches que no duermo: o me desvelo o me despierto antes del amanecer

¿Es la inquietud del tiempo y la mirada perdida?

¿Es todo lo que no entiendo o es también el enojo?

Es la mentira, lo dispar. 

Es la tristeza.

Es saber lo que tengo que hacer, pero no hacerlo.

Es cobardía.

Es la necesidad de estar viva todo el tiempo.

Es por aquello que resulta doloroso

domingo, 10 de enero de 2021

Silenciosa




Silenciosa, como el paquete de harina en mi alacena, 

termino los días desatada en un sillón

conjeturando historias que se quiebran.

Paso mi tiempo entre letras y palabras inasibles, 

y luego entiendo que en mi vida hubo muy pocas.

Siento, como el árbol que crece en una grieta, 

que nada puedo hacer, porque es pasado.

Que me muero en la comparación, que absorbe todo: ideas, miradas, sentires y amores.

Y me hallo entonces en un río seco aunque le pase la lengua a las palabras de un prospecto médico o al mismísimo diccionario.

martes, 29 de diciembre de 2020

Me gustó este año





Este año tuve un comienzo  soleado: lleno de arena, de viento y labios rojos. 

Un comienzo de mar, de trazos únicos que aún me dibujan y me llevan de aquí para allá, 
entre líneas rectas, y curvas
y millones de puntitos que vuelan por el aire.

Un año que prendió en mí un fuego que atizó con palabras, con letras: sin voces, ni miradas.
Y me resisto a que ese ímpetu desaparezca: lo dejo flotar y que se pose donde quiera, y donde lo reciban con su misma pasión.

Este año encerró la cotidianeidad,  y nos quedamos afuera, medio perdidos y asustados. 

Fue momento de sacar el plumero y quitarle el polvillo a los deseos. 
Y entonces, surgieron besos demorados y sabores mágicos, que tal vez sean parte del mejor recuerdo.

Este año confinó trabajos, jjardines y escuelas.
Le quitó el sentido a los caminos y confinó, en algunos casos, lo que está muy bien que permaneza encerrado, pues no vale la pena. 

Yo sostuve con insomnios escritos e inventados,  lo que no pude ni podré confinar y resistí con pequeñas y  desordenadas lecturas, que fueron miles; buscando sinónimos y significados.

Apesar del encierro del mundo que cada quien habita,  encontré otro en lugares diferentes.
Recorrí diálogos verdaderos, amables, divertidos, sonrientes. 

Escuché. 
Amé. 
Escribí.
Leí. 
Hablé. 

Soy egoísta,
 y rara.
Me encantó este año.

sábado, 26 de diciembre de 2020

Con la Voz Quebrada




Tres veces por día da vueltas a la manzana.
Tres veces por día da varias vueltas.
Hace tres meses.
Varias vueltas en cada ocasión.

Camina rápido rápido rápido
y cambia de dirección
sin previo aviso
sin luz de freno 
sin poner el giro.

El señor que da vueltas a la manzana y camina rápido y de pronto gira sobre sí mismo para ir en otro sentido, habla, habla y habla y casi no se entiende lo que dice, aunque en realidad grita. 

Va tan rápido y mirando sólo sus palabras, que no parece estar dispuesto a detenerse ante nadie, pero las personas le abren paso apenas lo ven acercarse.

Todos observan intensamente al señor que camina. Lo miran con espanto,  con curiosidad y sólo algunos con ternura.

Recorre las cuadras con zapatos de suela color marrón, un pantalón de vestir venido a menos  y una camisa blanca, que de tan vieja es casi transparente.

Aseguran que es igualito a un Juan Carlos, pero nadie sabe a cuál.

No conocen su nombre, pero no les importa, porque le dicen Juan Carlos y se niegan rotundamente a conocer su verdadera gracia. 

Si algún distraído dice saber cómo se llama, todos se tapan los oídos y canturrean para ensordecerse y así quedarse con su idea, que siempre es preferible a la verdad.

En la cola de la verdulería se dijo que el señor está loco, pero el doctor de la cuadra, como casi todos los doctores, dijo las cosas como son y explicó que se trata de un hombre de otro planeta y punto, no dijo nada más. No aclaró si estaba usando simplemente una expresión.

A partir de esa sentencia, para algunos pasó a ser un extraterrestre, como hay en tantos lugares, y para otros, simplemente una persona fuera de serie. 

El hecho que hubiera dos interpretaciones diferentes sobre un único decir fue tan raro, pero tan raro, que es motivo de investigación entre cinéfilos, científicos y sentimentales. 

Al señor pseudo Juan Carlos, un día se le entendió la palabra "infancia" y las doscientas psicólogas que viven en el edificio azul; doscientas dos para ser más precisa; sospechan que alguna lo analiza de manera remota. De ventana a ventana las psicólogas se profieren Insultos llenos de ajaes y ejees y por esos berrinches, casi siempre alguien llama al psiquiatra, que a esta altura también teme ser agredido y del susto, hace días que no quiere salir de su casa.

En general, todas las conclusiones, acerca del señor que camina y habla rápido, nacen en la fila de la verdulería, y el verdulero no da más. Parece que el corazón le latió tan fuerte que le

saltó

por la boca y así, descorazonado, le revolea tomates a cualquiera que le diga que prefiere las frutas así o asao.

El señor que da vueltastresvecespordíalamanzana genera peleas entre los vecinos, que están muy ocupados pensando en su vida; en la vida del famoso señor.

Estas discusiones tuvieron consecuencias graves, como la muerte simultánea de los cinco contadores públicos que vivían en una de las cuadras. Ellos se batieron a duelo de revólver, porque todos diferían en el cálculo sobre la cantidad de pasos que hacía en cada vuelta, el hombre caminador. Se dispararon todos a la vez y murieron en la puerta de la fábrica de pastas.

Así se suceden los días en la manzana que está frente a mi casa.

En Nochebuena, cerca de las doce salí a caminar; cuando crucé la calle me encontré con el señor parecido a un Juan Carlos y por primera vez lo vi detenerse.

Se paró en el cordón de la vereda, miró hacia el frente y gritó:

_¡A todos los que me están escuchando les quiero agradecer. A todos los que me están escuchando les quiero agradecer de corazón. A todos los que me están escuchado..."

Yo seguí caminando lentamente, pero noté que mientras el señor daba las gracias con la mirada fija en la vereda de enfrente, su voz se iba quebrando.

Lo entendí.

jueves, 24 de diciembre de 2020

La Casa-Molino


Hoy lo vi a mi papá acostado en su cama. En la suya, en la cama de su casa. Era muy tarde y miraba la tele, como antes, como lo hizo siempre y en ese instante el tiempo se transformó en algo injusto, y yo desaparecí por unos minutos de este mundo, para caer en el de antes, en el  que fue.

Sin ninguna razón me acordé de la calle Emilio Mitre. Una calle de la ciudad de Moreno que empieza en la estación de bomberos y termina en el puente que cruza el Río Reconquista. Nunca conocí el otro lado del puente, pero lo teníamos prohibido porque era el lado peligroso de la vida.

Esa calle era el camino más directo para ir a visitar a mi abuela Elena, pero además, yendo por ella se pasaba por una casa con forma de molino: "La casa-molino". 

En ese momento la recordé perfectamente: era oscura, de madera y con enormes astas que se erguían en una calle que ni fu, ni fa; de una ciudad que ni fu ni fa.

La casa-molino era cónica, como son los molinos y eso siempre me generó una intriga enorme, porque no podía imaginar como se vivía entre esas paredes. Suponía a sus habitantes girando en redondo, todo el tiempo mareados, dando vueltas. Recordé que mi papá me había dicho que conocía a los dueños, y que la señora se había vuelto loca. Y claro, como para no estarlo, si se pasaba todos los días girando.

La casa- molino estaba cerca de la de un amigo de mi papá. No recuerdo su nombre, pero el apellido era Russo. Russo tenía dos hijas, una se llamaba Cecilia y yo la adoraba. Cecilia era más grande que yo y en su casa tenía un altillo. Un altillo con cuartos sólo destinados para jugar.

No sé si fui más de una vez, pero ese día, Cecilia y yo, y seguramente mi hermana, subimos una escalera y entramos a ese lugar maravilloso. Había muñecas, baúles con disfraces, camitas, cacharritos de cocina y ni un adulto. 

La casa de los Russo estaban muy cerca de la del molino y durante muchos tiempo, cada vez que pasábamos en el auto por ahí, sentada detrás de mi papá, yo gritaba hasta quedarme sin voz pidíendole que doblara y me llevara a jugar a la casita. _"¡¡¡Doblá, doblá, doblá!!!"

Mi infancia: una suerte de capricho tras otro. Es que nunca fui una piedra, como dice un poeta. "Yo nunca seré una piedra, gritaré cuando haga falta"

Por suerte, con lo enojoso que era mi papá, recuerdo que a él le daba risa mi empecinamiento.


Año 2017

domingo, 20 de diciembre de 2020

El viento frío



Anoche, mientras escribía en la cama sentí el viento frío que entraba por mi ventana. Me gusta sentir frío.

Intentaba avanzar en un relato, pero no pude y me puse a editar lo que ya estaba escrito. No es bueno hacer eso.
La noche anterior tampoco había podido avanzar y me grabé. Me pareció divertido.
A veces, cuando me escucho, sonrío orgullosa, pero otras, siento vergüenza y aparece una sonrisa que busca mi piedad y que dejo inmóvil, silenciosa y colorada. No tengo compasión conmigo.

_"Ante todo hay que avergonzarse", decía mi papá. Avergonzarse y avisarle al mundo entero que uno es tonto, antes de que se den cuenta.

Mi impiedad tiene caras, aunque algunas estén muertas. Es como una sanguijuela que chupa mi propia música.

Estos días se escuchan fiestas por mi barrio. Firmo y sello que son sin distancia social, ni barbijo, ni nada.

Apagué la luz y apoyé la cabeza en mi almohada. Quedé a oscuras y  tuve que levantarme inmediatamente. Entonces fui a la biblioteca y busqué un libro para entrar, al menos por un rato, en otro mundo. Hice otra vez la torre de almohadas, me volví a sentar en la cama y leí "Corazón Delator" de Edgar Allan Poe. No me concentré porque sabía que pronto estaría otra vez a oscuras, sola.
Pensé en leer alguna prosa acunadora de Wislawa, pero sentí  que había mil kilómetros hasta el living.

Me arrodillé en la cama, apoyé mi frente en el colchón y estiré bien lejos mis brazos. Me quedé así un rato, respirando. No me relajé.

La música de las fiestas no cesaba. Toda la semana soporté el ruido de una construcción que hay a unos metros de mi casa y el ruido de todas las familias, con sus ventanas abiertas de verano. 

En esta época del año suelo recordar al silencio, los pájaros y el mugido de las vacas que me chusmeaban por el alambrado de mi vieja casa.  Viví ahí hasta dos mil seis. Ese año me mudé. Me mudé de muchas cosas.

La imagen de las vacas mirándome del otro lado de la ligustrina me llenó de ternura. De pronto extrañé todo: las lechuzas, los teros y su mal humor, el olor a pasto recién cortado.
No extrañé la infelicidad, pero sí cierta seguridad, que desde entonces depende de mí. 
Las cosas no resultan como uno las imagina. El mundo que forma parte de mi mundo es muy pequeño. 

Al final, me levanté de la cama y me hice un té. Lo tomé a oscuras sentada en un sillón mirando las lucecitas que puse en el balcón. Este año voy a pasar la Noche Buena caminando por el medio de la calle, sola y con un vestido largo.

Volví a la cama, apagué la luz y miré mi celular. Con la luz del teléfono vi otra realidad: no hay nada dedicado especialmente para mí. 
Me puse triste y las preguntas se dispararon como perdigones mientras me caían unas lágrimas. Mis cuestionamientos con sus infinitas palabras, con sus letras, sus sonidos y sus sentidos termiron haciendo de ovejitas y me dormí. 

Hoy me desperté angustiada, pero sólo por dormir mucho.
Dormir mucho no me hace bien.

Y no logro desde anoche recordar el nombre de los que ahorcaban o les cortaban la cabeza a las personas en las plazas.


martes, 8 de diciembre de 2020

Mirar de Nuevo

 Quiero saber…¿Por qué tantas preguntas? ¿Por qué las dudas? Tu poesía es bella. Es  amarilla, es roja, es azul. 

Y tu puerta… ¿es de metal o de madera? Creo que tienes que dejarla abierta, yo, abriré la mía.

Es bueno mezclarse entre la gente. Sentémonos en una plaza, en un café… ¡caminemos!

Tú tienes una mirada necesaria. Vayamos y cuéntame qué ves.

Estoy segura que observas el silencio, y lo oscuro también.

Cerrar la puerta es encerrar los sentidos, y más allá, existen mundos a inventar.

Tú lenguaje canta, no te quedes. Recuerda el tiempo en que vagabas por ahí.

¡Abre tu puerta!

Encontrémonos afuera.

Enséñame a mirar.


Ceci Labate

(En un diálogo con Edgar Bayley!




sábado, 5 de diciembre de 2020

Un árbol en invierno



Hay bosque porque hay árboles. Porque  hay altos,  porque hay densos y hay livianos.

Algunos, exasperantemente en orden, otros, en un tranquilo desorden. 

Son la finita eternidad del tiempo que surge desde abajo de la tierra, sin planearse

Pero cuando llega la noche, hay un árbol, uno, que no sabe protegerse cuando lo cubre el frío de la helada.

Uno, infinitamente quieto que acelera sus venas cuando tiembla por dentro.

La inquietud de un árbol en invierno, que nunca podrá escaparse, aunque muera de miedo.

Porque es sólo un árbol en medio de un bosque y sólo eso. 





miércoles, 2 de diciembre de 2020

Un caballero


 Un caballero, con traje, sombrero, bastón, pañuelo en el bolsillo y  jazmines, descendió  sorpresivamente del tren del tiempo. Caminó lentamente atravesando la plaza y se esfumó en el beso que le dio a su amada.

domingo, 15 de noviembre de 2020

Finales


Navego un cielo azul, inquietante. 

A lo lejos, claroscuros.

Y el final será el mismo, casi el mismo. 


Es el viento de altamar  

El que deja que se pierda todo.

Y me enfrento cada vez a esas corrientes

Con una insistencia vana.


Estoy viendo cómo caen las palabras que temo,

como al frío, a la tristeza y al dolor. 

Tengo miedo

 No me doy el lujo de la valentía.


Quisiera volver a un cielo de arcoíris

A un tiempo mágico

A  la calma arena

Al reflejo del sol.


martes, 3 de noviembre de 2020

Las Tejedoras

Las Tejedoras
 
Todas las mujeres de mi familia tejían cuando yo era adolescente, incluso mi hermana y algunas primas que sólo me llevaban unos años. Recuerdo los domingos de invierno en la casa de mi abuela, cuando por la tarde, ella, mi madre y mis cinco tías se ubicaban, para tejer, alrededor de una mesa muy larga. Cuando comenzaban su labor, se escuchaban los tintineos de sus agujas.

Yo me sentaba más lejos, apoyaba mis brazos uno arriba del otro sobre la mesa y recostaba mi cabeza para verlas. Desde esa distancia observaba sus movimientos como una danza en conjunto.

Todas, a su tiempo, miraban las lanas zigzagueantes con las cabezas inclinadas y cuando querían decir algo, alzaban la vista sin interrumpir su tarea. La actividad se acompañaba con palabras que iban y venían de una a la otra. 

Al finalizar los puntos de una vuelta cambiaban de brazo, como quien mueve el carro de una máquina de escribir, y con el mismo ritmo, los empujaban hacia atrás, para recomenzar.

Sin perderlas de vista, me interrogaba acerca del porqué yo no estaba ahí, formando parte de aquella colectividad laboriosa. El ritmo parecía frenético cuando por momentos nadie hablaba y aún así, las unía el incesante recorrido de la lana.

Junto al entramado de saquitos y mantillas, en ese lugar se tejía algo más: los deseos que ellas debieron de relegar. 

En el andar de sus dedos hablaban de hastíos, de culpas, de exigencias y también de tristezas. 

Ellas contaban lo que hacían cotidianamente y en medio la conversación se escurría lo que no habían llegado a ser. La concentración que dedicaban en cada lazada, relajaba las lenguas dejando a sus anhelos caminar por una cornisa hasta que finalmente, decían mucho más de lo que se permitían a sí mismas.

Tejían sus deseos porque se habían destejido sus sueños. Tejían sus sueños para no dejarlos escapar.

Las mujeres de mi familia, en aquellas tardes de domingo, creaban, para todos, abrigos coloridos, pero en lo más secreto hacían mantas enormes para ellas mismas. Aquellos deseos  que no pudieron ser, se urdían con las  lanas formando una red en la cual, años después, pudimos apoyarnos los más jóvenes y así construir nuestros propios destinos.

Aunque en sus días las he juzgado, siempre les estaré agradecida.

Cecilia Labate
Arte: Eva Raman

#relatocorto
#tejer
#cecilialabate
#evaraman

jueves, 29 de octubre de 2020

Otras Vidas


El blanco silencio de esa casa,

con sus grises ocultos

entre mantas.

El dependiente movimiento de las cosas.

Y la vida se pasea por ahí, a veces.

Y lee un libro, a veces

O un cuento, una poesía.

Se alimenta, duerme, habla .

A veces duele, 

A veces quiere

a veces: nada.

La vida contempla el dependiente movimiento de la cosas.

Todo la espera ¿Hacia dónde irá?

Simplemente está viendo la quietud y escuchando el oscuro silencio de la noche.

 Y pensando en cuántas vidas hoy fueron tratadas como cosas, 

lejos del blanco silencio de esa casa.

sábado, 17 de octubre de 2020

Crecer




El día que se fue, le contó que cuando era pequeña, por las noches tenía miedo de soñar con fantasmas. Era tímida y prefirió no decir nada más sobre sus otros temores, porque igual se las había arreglado bastante bien para ser feliz.

De niña le gustaban las tardes de verano bajo el inmenso ciruelo morado, caminar por calles de tierra, mirar los altísimos pinos y hamarcarse durante horas. Dejarse invadir por el cielo azul y sentir el vientito de los árboles en su cara. Disfrutaba trepar los árboles; cazar bichitos de luz; cuidar vaquitas de San Antonio, para que le hicieran cosquillas; permanecer tardes enteras en el agua y ver a los sapos cuando salían de sus cuevas en los días de tormenta.

Un instante antes de que partiera, ella, que la había escuchado atentamente, le dijo, como en una película: "No regreses, no mires hacia atrás, que no te gane la nostalgia".

De todos modos, cada tanto aparecía sólo para soplarle la nariz, darle un beso cosquilludo en la frente o decirle algo al oído. 

Ella la abrazaba muy fuerte, la miraba,  y antes de que volviera a desaparecer le decía que siempre siempre siempre la iba a querer. 

Entre esos "siempres", no había ninguna coma.

#relatoscorto

#cecilialabate

jueves, 15 de octubre de 2020

Tiempo de Susurros





Tal vez, aquí en la tierra, tengamos que hacer un poco menos de bullicio.

Quizá sea tiempo de susurros.

Imagino que con menos ruido

Podrán sonar notas más claras


Si caminamos con cuidado,  seguro oiremos cómo crujen las hojas del otoño.

Quiero saber qué pasa de ese modo.

¿Estarán todos dispuestos? 

Tal vez se escuche música, yo no prometo nada, 

Pero un susurro, puede ser mejor que un trueno.


¿No sería original oír el ronroneo que hay debajo?

¿Nos querrá decir algo? 

¿No querrá decir nada?

Bebamos otros sonidos, diferentes.


Me convenzo ante la idea de que sonará ese piano, 

El que está sobre el sendero de los árboles ocres.

Y que cantarán los pájaros y el viento mecerá las ramas.

Mientras tanto, bailemos con zapatillas de pluma: ligeros, livianos.


Si acá en la tierra todo es tan fragoso

 ¿Será porque es así el mundo de lo humano?

Murmurar no es callar, es acunarse en una melodía.  

Detrás del grito y de los ruidos y del eterno pasado

Vislumbro  un mundo infinito de armonías.


Caminemos en puntas de pie

Tal vez podamos sentir los pequeños sonidos de la vida presente

Estar, aquí y ahora, escuchando, sintiendo, lo que nos rodea

¿No es acaso una buena idea?



Cecilia Labate

Octubre de 2020.


sábado, 3 de octubre de 2020

Vulnerables

 



Vulnerables, esa es la palabra.

Escribíamos nuestra propia inmortalidad todos los días y la pluma se cayó al piso.
Vivir en las ruinas o en la promesa de la ruina. No hay bello, hay esto.
Seguramente ha pasado así en las guerras, no lo sé. En los ochenta me imaginaba corriendo por las calles, ahora no me imagino hacia donde correr sino hacia adentro de mí.
_"Si empiezo a llorar no voy a parar", le dije una vez a una peluquera que me dejó el pelo chamuscado y verde. Aún recuerdo esa sensación.
Hoy no me parece muy diferente. Si empiezo a llorar no paro, así que hay que inventarse algo.
Quiero abrazar a todos los que forman mi mundo, cuidarlos, protegerlos.
Qué suerte los chistes, y los mensajes interminables de los grupos que pasan de las reflexiones a los memes, sin solución de continuidad.
Qué suerte mis libros y mi máquina de café y la música.
Qué suerte mi hija junto a su papá cerca del verde de los árboles.
Qué suerte mis hermanos que se cuidan y mis amigas que se cuidan y mi mamá a la que cuidamos.
Qué suerte la esperanza, no como virtud, sino como ánimo de esperar lo que se desea.
Qué suerte los colores. Qué suerte los colores. Colorear...
Desde acá veo mucho movimiento y escucho niños.
Desde acá, mientras trato de escribir para escribir algo que es necesario escribir, como cada quien pueda.
Buenas noches confinados!

21 de marzo de 2020

sábado, 26 de septiembre de 2020

Buenos Días

 


En mi cuarto queda siempre un espacio entre las cortinas,  nunca cierro la ventana, ni siquiera en invierno.

Abro un ojo e inmediatamente me preparo el primer café con leche del día. Mi perra, Pancha, me acompaña: se sienta y espera, mientras me mira con sus enormes ojos negros. Quiere dormir un poco más. 


Volvemos al cuarto, yo con mi café y ella con su sueño.


Es primavera. "...y otra vez primavera", como dice parte del título de la película de Kim Ki-Duk.


Vivir en un departamento: sólo un hilo de luz en la mañana, apenas ver la pequeñísima maceta en el alféizar de una ventana. Intuir un amanecer amarillo. Escuchar, porque es muy temprano, el canto de un "bicho feo",  un pajarito enojado y a otros piando a lo lejos. 


La chicharra de la barrera, como un  rayo, anuncia que en segundos se oirá la bocina del tren.

Uno, dos, tres...la oí.


Buenos días!