No es algo que pueda descuidarse, ni que se pueda beber, ni lavar, ni arrugar.
No se usa para tomar sol, ni para salir a pasear.
No es bastón, ni almohadón, ni piedra, ni tacita.
Para usarlo, primero debe tomarlo con cuidado, pues es sumamente frágil, y después de contemplarlo colocarlo en un lugar seco y fresco, fuera del alcance de los niños.
No es una copa de cristal, ni un remedio.
Debe ocupar un lugar importante, pero escencialmente debe estar a su vista.
Es probable que recuerde muchas cosas si lo observa atentamente: tiene historia.
Si se acerca y mira con atención casi podrá sentir el alma del artista.
Olerá a minutas y a cafés con leche y seguramente también escuche el grito del mozo y su puño golpeando el mostrador.
Si pasa cerca de donde lo tiene guardado querrá mirarlo, pero se aconseja elegir los días apropiados.
Si usted se siente más o menos, ese día no caiga en la tentanción, porque puede que le produzca algún decaimiento con un poquito de ganas llorar.
Es poético.
Está lleno de detalles que lo emocionarán y puede ser que rememore a sus padres y a sus abuelos, o tal vez, a alguien en especial.
Mirarlo es como ver una vieja Buenos Aires y vaya a saber cuántas historias: hombres sentados tomándose un café abandonados a su suerte, otros devorando el plato del día con un miñóncito en una de las manos y la sección de empleos en la otra. Encuentros de prometidas felices luciendo su anillo, esa loca del barrio, que ocupa siempre el mismo lugar y tal vez tristes desencuentros
No es muy grande el dibujo, pero es inmenso.
Cada tanto, vale la pena tratar de sentir el olor de su papel y de la tinta y hasta acariciarlo, pero luego, por favor, con muchísimo esmero vuelva a guardarlo entre las hojas de un libro hasta que lo pueda enmarcar y colgarlo, con orgulloso, en un lugar especial
¡Qué lindo escribe usted!
ResponderBorrarMuchas gracias Jorge. Un honor.
BorrarSaludos
Cecilia